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Amenaza de incertidumbre
Por Luis M. Alonso (23 de abril, 2010)
La lentitud de respuesta de los ministros de la UE frente a la crisis del volcán prueba que el miedo bloquea las soluciones
El riesgo no necesita ya ser probado, simplemente es la confirmación del mundo en que vivimos. En la crisis de la nube de ceniza volcánica se ha vuelto a actuar en función de la incertidumbre, sin tener demasiado en cuenta las posibilidades. Anteayer se reabrió el espacio aéreo europeo después de 100.000 vuelos cancelados y el consabido caos en más de 300 aeropuertos.
La lentitud de respuesta de los ministros de la UE indica que el miedo desanima a los responsables a la hora de tomar decisiones. En la sociedad occidental contemporánea, la incertidumbre frente a los peligros desconocidos ha dado lugar a una forma radicalmente nueva de percibir y gestionar la amenaza. Como resultado, la tradicional asociación de riesgos y probabilidades se halla ahora en medio del fuego cruzado de una opinión pública que coincide en que la humanidad carece de los conocimientos necesarios para calcular el peligro de una manera acertada. Da la impresión de que los expertos en seguridad tienen más fe en los modelos informáticos especulativos que en la capacidad de la ciencia para emplear el conocimiento y transformar las incertidumbres en riesgos calculables. En esta vorágine del miedo, «¿qué podría salir mal?» se confunde frecuentemente con «es probable que suceda».
El rechazo de las posibilidades reales está motivado por la creencia de que los peligros a los que nos enfrentamos son demasiado abrumadores y catastróficos -el nuevo milenio, el terrorismo internacional, la gripe porcina, el cambio climático, etcétera- y no se espera a contar con toda la información antes de calcular los posibles efectos destructivos. La respuesta viene siendo «cortar por lo sano». En cualquier caso, se argumenta, ya que muchas de las amenazas son «desconocidas», que hay poca información para un cálculo realista de las probabilidades. Una de las muchas consecuencias lamentables es que la política destinada a combatir las amenazas está más basada en los sentimientos y la intuición que en las pruebas o los hechos. Otras veces interviene el negocio que se ha montado alrededor del apocalipsis, que siempre funcionó en el cine de Hollywood y en las producciones japonesas y ahora lo hace en la propia carne.
Los peores pensamientos animan a la sociedad a adoptar el miedo como uno de los principios fundamentales en torno al cual el público, el Gobierno y diversas organizaciones deben organizar sus vidas. Se ha institucionalizado la inseguridad y fomentado un clima de confusión e impotencia. A través de la popularización de la creencia de que lo peor puede ocurrir, se anima a la gente a sentirse indefensa y vulnerable ante una amplia gama de amenazas. Toda una invitación a la parálisis social.
La erupción del volcán de un glaciar en Islandia plantea problemas técnicos, por lo que los responsables en la toma de decisiones tendrían que haberse apresurado a encontrar la solución sensata. Pero en cambio, Europa ha decidido convertir un problema en un drama. Dentro de 50 años, los historiadores van a escribir acerca de la reticencia de la sociedad para actuar ante a los problemas prácticos. No debe de resultar fácil hacer frente a un desastre natural, pero comprometerse de esta manera con la incertidumbre, bien sea por desconocimiento o por negocio, representa la verdadera amenaza del futuro.
El volcán Eyjafjalla ha perdido un 80 por ciento de su actividad desde el pasado fin de semana, pero sigue siendo imposible predecir cómo evolucionará. La sensación de fragilidad también nos abruma, esta vez por motivos racionales.