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Prostitución
Por Luis M. Alonso (24 de septiembre, 2008)
El Gobierno está dispuesto a perseguir a los proxenetas y a las redes de tráfico de blancas, que ahora se llaman de explotación sexual. Para desincentivar el fornicio de pago ha anunciado, también, que afeará mediante campañas propagandísticas las conductas de los puteros, que son quienes mantienen en pie el negocio de la prostitución desde el principio de los tiempos.
Me parece bien que se persiga el delito y a los macarras y que así se proteja a las víctimas que a la fuerza se ven a obligadas a prostituirse. Lo que resulta desproporcionado es fustigar a los clientes de los llamados locales de alterne que mantienen una actividad legal. Una cosa es perseguir el delito y otra a aquéllos que ni siquiera lo cometen, por aberrante que puedan parecerle sus conductas al Gobierno. El polvete de Revilla a los 18 años, pagando, no es materia delictiva ni de linchamiento público, aunque el presidente de Cantabria cometiese la ordinariez de hablar de ello en la televisión.
ZP acaba con todo lo que se pone por delante, pero no lo veo capaz de liquidar el oficio más viejo del mundo, con las izas, las rabizas y las colipoterras que fotografió Joan Colom y lustró Cela con su prosa desinhibida. Las mancebías les han dado mucho juego a la vida y a la literatura. «La_Celestina», de_Francisco Rojas; «El arte de las putas, de Moratín, «El Decamerón», «Diálogos de cortesanas», Quevedo, Casanova, Vargas Llosa, Juan Carlos Onetti, etcétera. La misma palabra fornicar viene del latín fornice, la curvatura de un arco, puesto que era bajo las bóvedas de los puentes donde se alquilaban en Roma los servicios de las prostitutas.
Posiblemente, el Gobierno y yo no estemos hablando de las mismas putas ni de la misma literatura, pero la prostitución siempre existirá mientras haya una persona dispuesta a vender su cuerpo por una noche o el resto de la vida. Lo importante es discernir si lo hace voluntariamente o a la fuerza, porque no es lo mismo.