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Dos mujeres
Por Luis M. Alonso (22 de septiembre, 2008)
No todo es lo que parece a simple vista. A Tzipi Livni la hemos visto estos días exteriorizando la alegría por su victoria en las elecciones de Kadima, pero a la nueva mujer fuerte de Israel se la compara con Golda Meir por el gesto adusto y la honestidad que destila, además de su probada fama de incorruptible, en el mismo escenario en el que al ex primer ministro Olmert le han pillado con el carrito del helado.
Golda Meir sigue siendo, treinta años después de muerta, la gran matrona de los israelíes. Ben Gurión, padre de la patria, la nombró ministra de Exteriores y solía decir de ella que era el único hombre de su gabinete. Tal es así que Meir, carismática como ninguna y bien dispuesta para todo, entró disfrazada de beduino en 1948 en territorio árabe para discutir el armisticio con Abdullah, rey de la Transjordania. Se cuenta que éste, después de horas de tira y afloja con la rocosa Ministra, tiró la toalla y le dijo: «Me he enterado de que tiene usted un marido. Habría que condecorarlo».
La gran matrona de Israel, tan honrada como eficaz, es el precedente moral de Livni según coinciden en señalar los analistas de la política hebrea. Es fácil llegar a esa conclusión cuando ella ha reconocido más de una vez que no le molestan en absoluto las comparaciones, salvo por lo que se refiere al físico y al moño de castaña que llevaba aquella mujer-hombre que tanto lucho por el nuevo Estado.
Es cierto que Meir era socialista y Livni, ex agente del Mosad, procede del Likud, pero ambas mostraron, siempre que tuvieron oportunidad, su desapego a resolver los conflictos por la vía de las armas. Golda Meir se opuso hasta el último momento a la guerra de los Seis Días por considerar que no estaba suficientemente justificada y Tzipora Livni se ha declarado pacifista en más de una ocasión.
Está muy bien, además, que una mujer gobierne en la avanzada de Occidente frente a países que desconocen la igualdad de sexos.