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Quiebra
Por Luis M. Alonso (18 de septiembre, 2008)
España, al contrario de Wall Street, donde el sistema bancario se desploma en un fulgurante fin de semana, lleva ya tiempo emitiendo señales de quiebra. Da la impresión, sólo hay que fijarse en la economía y en la justicia, de que los españoles nos encontramos en las peores manos posibles, por parte del Gobierno y también de la oposición. En los hechos y en las mismas palabras de los principales políticos, nada alentadoras, dada la complicada situación.
Zapatero reclama a su partido «pedagogía» para combatir el desánimo que produce la crisis y no es descartable que en breves momentos se dedique a regalar amuletos, de la misma manera que antes se regalaban catecismos.
Rajoy se ha enredado, por ejemplo, con la inmigración, demostrando que lo suyo no es el centro, tan predicado y predicable de estos inicios de legislatura, sino más bien el corazón de las tinieblas. Al dirigente del PP le duele que en este país haya 180.000 extranjeros cobrando el paro mientras 20.000 españoles acuden a la vendimia en Francia. Puede que haya puesto el lamentable ejemplo de los inmigrantes que cobran el paro para acentuar el hecho de la emigración vendimiante, pero en cualquier caso resulta una majadería recurrir a lo razonable, como es en este caso que unos trabajadores perciban una parte de lo que han cotizado previamente al Estado, para explicarse o tratar de explicarnos la situación a que hemos llegado.
Estamos en manos de dos zombis de cuidado; de unos cuantos clásicos del desatino, en el PSOE, y de un grupo de arribistas, en el PP, no se sabe si dispuestos a contribuir a la resolución de los problemas o, simplemente, a auparse en el momento en que Mariano decida tirar la toalla y admitir el fracaso de su liderazgo.
Para el público que asiste a este espectáculo, lo peor de todo es pensar que la sucesión queda a merced de los propios autores de la debacle.