Horas
septiembre 30, 2007Un mar de exclamaciones extrañadas ha seguido, como tsunami a maremoto, al anuncio independentista de Ibarreche. Pero ¿no era evidente desde hace un montón de tiempo? Es más, ¿quién se opone? Un ejemplo: con la unanimidad de los rebaños todo el mundo escribe lehendakari y así docenas de términos perfectamente traducibles. Si se concede, por adelantado, mucho más que la autonomía, ¿qué tiene de extraño que exijan la independencia?
El otro día se publicó que en estos últimos años se ha exiliado del País Vasco más gente que del conjunto de España como resultado de la guerra civil. Una estadística impresionante. ¡Qué efectivos son los tiros en la nuca!
Deberían llover al respecto tesis doctorales, congresos científicos y sesudos libros, amén de miles de titulares e informaciones en los medios. Pero nada o apenas nada. Han ganado la partida hace mucho tiempo, ahora simplemente pasan por caja para cobrar las letras.
Incluso con datos a la vista, tan claros como escandalosos, el personal niega la realidad.
Queman fotos del Rey, multan a los que rotulan sólo en español, no hay forma de recibir enseñanza en castellano… y encima les llueven inversiones con un 36 por ciento de aumento.
Allí suben los dineros y aquí las mentiras como las recién desveladas sobre las inversiones del Estado que jamás llegarán.
Sin embargo, no ocurre nada. La población sigue con el síndrome del nuevo rico -«¡otra de gambas!»-, aunque el lobo de la crisis económica haya ya asomado las orejas, el hocico, las patas y medio cuerpo, y el PP astur, a sestear, que nada como roncar en la oposición con buen sueldo, cero problemas y escasísimo trabajo.
Mañana tenemos aquí al Rey, ¿dirá siquiera algo? Los cortesanos recomendarán lo de siempre: no, no es el momento.
Nunca es el momento hasta que se cumple el tiempo y entonces, ay, ¿quién mirará al reloj?